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domingo, 27 de junio de 2010

tragedia en yakima

Pascual Ayala y Marina Barajas se conocieron hace seis años y estaban muy enamorados cuando el coche conducido por un hombre que escapaba se estrelló contra su Dodge Neon el domingo.




El futuro de una pareja que se amaba llegó a un estrepitoso fin el domingo cuando una luz verde y una camioneta pickup se cruzó en sus caminos durante una persecución de alta velocidad.

Pascual E. Ayala, de 29 años de edad y residente de Tieton, y Marina Barajas, de 41, de Yakima, murieron cuando un pickup robado conducido por Shaun Christopher Kollman, de 30 años, se estrelló contra su Dodge Neon mientras escapaba de las autoridades, de acuerdo a la policía.

Ayala y Barajas regresaban al hogar de Ayala de un bautismo en la parroquia de San Juan Diego en Cowiche, cuando tuvieron la desgracia de tener una luz verde mientras que Kollman traspasaba una luz roja, dijo la policía.

Hace seis meses, Ayala y Barajas se conocieron en una fiesta de cumpleaños en la casa de Ana García, una amiga que tenían en común. Desde entonces, la pareja había sido inseparable, de acuerdo a familiares y amigos.

Los vecinos dicen que Barajas era una persona amigable y que Ayala había hecho muchas visitas a su casa.

A Barajas le sobreviven su mamá, tres hermanos y una hermana. Ella nació en Aguililla, Michoacán y llegó a Yakima con su tía cuando tenía 16 años.

Barajas, quien era conocida como “Nina” por sus seres queridos, llegó a asentarse aquí, reuniéndose después su familia con ella. Aprendió inglés en la preparatoria pero no se graduó; en cambio obtuvo su diploma de preparatoria abierta (GED) del Colegio Comunitario del Valle de Yakima (YVCC).

Durante los cuatro años pasados, ella trabajó en Apple King LCC.

“Siempre estaba tratando de mejorarse”, dijo María Barajas, su cuñada.

Su familia dijo que ella tenía un buen sentido del humor y que siempre estaba dispuesta a tender una mano amiga.

“Las cosas pasan y la muerte pasa en el nombre de Dios”, dijo José Barajas, su hermano. “Nuestra familia siempre se reunía durante los fines de semana. Siempre trataba de hablarle a ella de Dios”.

De acuerdo a los familiares, Barajas parecía extremadamente feliz al lado de Ayala durante los últimos días.

“Estaba muy bien conservada, bonita y con una piel preciosa”, dijo su mamá, María Valencia.

La familia de Barajas no tiene mala voluntad contra Kollman.

“No le deseo ningún mal”, dijo su mamá. “No la va ha devolver. Sólo pido que se haga justicia. No le deseo este dolor a nadie”.

La familia de Barajas no sólo está haciendo responsable a Kollman por su pérdida: “Tras todo el daño, ¿Por qué no pudo detenerse la policía?” preguntó Nayomi Álvarez, la sobrina de Barajas.

Ayala era conocido como una persona de buenos ánimos que dejaba todo a un lado para ayudar a alguien que tenía necesidad. El lunes, había un hogar lleno de familiares y amigos que lloraban la muerte de la pareja.

Ayala nació en Pajacuarán, Michoacán, y llegó a Yakima cuando él tenía 12 años. En 1998 se graduó de la escuela preparatoria Highland, luego trabajó en construcción.

Al morir, trabajaba en JB Construction. Le sobreviven su mamá, papá y cuatro hermanos.

“Era muy amable con todos”, dijo su mamá, Antonia Ayala. “Ayudaba a pagar las facturas y hacía fuerte a la familia”.

De acuerdo a García, la pareja estaba muy enamorada. El fin de semana anterior, la pareja había pintado el exterior de la casa de Antonia Ayala para darle una sorpresa cuando ésta regresara de México.

“Era muy trabajador”, dijo Francisco Ayala, su hermano. “Era como un padre para nosotros, aunque no era el mayor. Nos mantenía con los pies en la tierra. Nos guiaba por el camino del bien”.

García también piensa que la persecución no era necesaria: “No es la primera vez que pasa en el área de Yakima”.

Los arreglos funeralas para Barajas y Ayala siguen pendientes en la casa funeraria El Cielo Funeral Home, de Kent, Washington.

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