A PROPOSITO DEL BICENTENARIO 1810-2010
LA MUERTE DE HIDALGO
DE CÓMO MATE A HIDALGO
30 de julio de 1811, es fusilado Hidalgo.
Pedro Armendáriz se llamaba, y era teniente de presidio de Chihuahua. A él le correspondió mandar el pelotón que fusiló a don Miguel Hidalgo.
El 29 de marzo de 1822 el periódico la abeja poblana dio a conocer una carta firmada por Armendáriz en la que narró la ejecución. He aquí su texto:
¨ Siempre he oído hablar con variación de dichos señores [Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez, y Santa María] acerca de los últimos momentos de su vida en términos que, según los acriminan han creído muchos que eran herejes, y para sacar de dudas digo […]: A las 9 de la mañana, acompañado de algunos sacerdotes, 12 soldados y yo, lo condujimos [a Hidalgo] a un corral del mismo Hospital, a un rincón donde lo esperaba el espantoso banquillo. La marcha se hizo con todo silencio: no fue exhortado por ningún eclesiástico en atención a lo que iba haciendo por sí en un librito que llevaba a la derecha y un crucifijo a la izquierda. Llegó, como dije, al banquillo dio a un sacerdote el librito, y sin hablar palabra, por si se sentó en el tal sitio, en el que fue atado con dos portafusiles de los molleros, y con una venda en los ojos, contra el palo, teniendo el crucifijo en ambas manos, y la cara al frente de la tropa que distaba formada tres pasos, a tres de fondo y cuatro de frente. Con arreglo a lo que previene le hizo fuego la primera fila. Tres de las balas le dieron en el vientre, y la otra en un brazo que le quebró. El dolor lo hizo torcerse un poco el cuerpo, por lo que se zafó la venda de la cabeza y nos clavo aquellos hermosos ojos que tenia. En tal estado hice descargar la segunda fila, que le dio toda en el vientre, estando prevenido q le apuntasen al corazón. Poco extremo hizo, solo si le rodaron unas lágrimas muy gruesas. Aun se mantenía sin siquiera desmerecer en nada aquella hermosa vista, por lo que se hizo fuego la tercera fila, que volvió a herrar, no sacando mas fruto que haberle hecho pedazos el vientre y la espalda, quizás sería por que los soldados temblaban como unos azogados. En ese caso tan apretado y lastimoso hice que dos soldados le dispararan poniendo la boca de los cañones sobre el corazón, y fue con lo que se consiguió el fin. Luego se saco a la plaza del frente del hospital, se puso una mesa a la derecha de la entrada de la puerta principal, y sobre ella una silla en la que los sentaron para que lo viera el público, que casi en lo general lloraba, aunque sorbiéndose sus lágrimas. Después se metió adentro, le cortaron la cabeza que se caló, y el cuerpo se enterró en la tercera orden de San Francisco de Chihuahua.¨
Uno de los soldados que participo en la ejecución del padre Hidalgo, de nombre Juan Vicente Gracia, vivió hasta 1859, año en que murió a los 86 de edad. Por el sabemos que, después de ser expuesto en la plaza del Hospital Real de Chihuahua, el cadáver de Don Miguel Hidalgo fue llevado al interior del edificio. Ahí, don Nemesio Salcedo llamo a un indio de la tribu de los tarahumara (García no recordaba si el tal indio era originario de chubíscar o de nombre de Dios) y le dijo:
-Corta la cabeza de este reo.
Saco el indio un sable muy corto y de un solo tajo corto la cabeza de Hidalgo. El General salcedo celebro mucho la pericia del indio al decapitar el cuerpo, y le regalo, cuenta García, ¨25 pesos de gala¨.
El mismo Juan Vicente García proporciono detalles del fusilamiento de Hidalgo: mientras se llevo acabo, mas de milo soldados rodearon el Hospital real para custodiarlo, y otros 200 cuidaron su interior. Los nombres de quienes fusilaron a Hidalgo, según el relato de garcía, fueron: Tnte. Don Pedro Armendáriz, oficial del mando, soldado Juan Vicente García, Felipe Barela, Antonio Parra, albino Parra, Juan Molina, José Quintana, Miguel Ruiz, José Tarrín y victoriano Torres. Difiere esta relación de la que hizo Armendáriz. García dice que nueve soldados formaron el pelotón de ejecución, mientras Armendáriz habla de 12.
Tal fue la muerte de Don Miguel Hidalgo y Costilla. Sus pormenores nos han llegado de distintas fuentes, lo que explica las diferencias entre los diversos relatos recogidos. Todos coinciden en una sola cosa: Hidalgo mostró extraordinaria serenidad tanto en la víspera de su ejecución como a la hora de la muerte enfrentado a su fin, en el pórtico de la eternidad, el Padre Hidalgo fue un hombre que había encontrado la paz: paz consigo mismo, paz con los hombre, paz con Dios. En esa paz llego al término de su vida. La venda que le cubrió el rostro, y que callo en el sobrecogimiento de la primera descarga, dejo ver la mirada de sus ojos y las grandes lágrimas que rodaron por sus mejillas. Quien pudiera penetrar los misterios del tiempo y los más grandes del corazón humano para saber por que hidalgo derramo ese llanto.
SIMON FERNANDO RODRIGUEZ MACIAS.
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